Once mil vírgenes al rescate de un traidorPost del 26/02/2012 por Jesús Ortiz
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¿Cómo se traduce al español «Heaven Schmeaven»? quiere saber E. E. King, autora de La guía de Dirk Quigby al más allá, que acabamos de publicar, y que titula así uno de sus capítulos. A uno se le pasa por la cabeza si puede ser familia de e. e. cummings o de B. B. King y tampoco se sabe bien si La guía… es una novela o una guía de viajes, pero estas dudas carecen de importancia en cuanto uno se ríe al leerla, cosa que ocurre muy, muy pronto. Nada menos que Ray Bradbury, que cumplirá cien años dentro de ocho, dice haberse divertido con ella. E. E. King presenta a Dirk Quigby a Ray Bradbury ¿Cómo se traduce al español «Heaven Schmeaven»? A mí también me gustaría saberlo, y en medio de la frustración me apetece devolver la pregunta sin contestarla, por ejemplo así: ¿cómo se traduce al inglés «Tres veces te he araquerado y no camelas abillar»? Puede parecer sorprendente, pero es más fácil esta propuesta que la anterior: basta con entender algo de caló y entonces puede traducirse al castellano (Tres veces te he llamado y no quieres venir), y de ahí al inglés. En cambio, saber cómo hablan los judíos estadounidenses bastaría para explicar lo que significa «Heaven Schmeaven», pero no para traducirlo al inglés. Los chistes ligüísticos, las referencias a situaciones muy concretas, se pierden, sencillamente, al trasladarlos, como esas cajas que desaparecen siempre al hacer una mudanza. Otras expresiones se refieren a personajes, dichos o situaciones muy conocidos en el país donde se escribió el libro y desconocidos aquí, y simplemente se omiten… o se lía uno a poner notas a pie de página, con lo que el libro de humor pierde buena parte de su frescura. Al traductor le queda el recurso de inventarse otros chistes, en otros momentos, que los sustituyan con mayor o menor fortuna. Así hemos hecho con The Dirk Quigby’s guide to the afterlife. Durante dos meses me rondó por la cabeza la cita que abre uno de los capítulos: Sueltas la carcajada cuando lo lees, luego empiezas a sudar frío. Los chistes son lo contrario de los argumentos. Ningún chiste, por bueno que sea, resiste una explicación. Pero perderlo da mucha rabia. Dos meses de rabia silenciosa y una noche cenamos con unos amigos (queso divirín, merecería una entrada) y les cuento mi obsesión. Uno de ellos, el poeta Alberto Santamaría, rápido como siempre, me recuerda que Jardiel Poncela tiene una frase claramente emparentada en su Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? Vuelvo a casa, busco el libro, copio el trozo y mando el pdf a imprenta corriendo, sin preguntarle a E. E. King no vaya a ser que no le haga gracia (yo creo que va a quedar fantástica citando a un autor español tan bueno del que en USA –siglas que significan «Un Sitio Americano», según el mismo don |